¿Cómo conseguir ser feliz?
¿Qué es la felicidad para ti? Intenta responder a esta pregunta…
Para mí, la felicidad está sobre dimensionada, tergiversada y manipulada. Se nos han vendido muchos conceptos de felicidad que han hecho más daño que beneficio. Los medios de comunicación, las redes sociales, han contribuido a esto, con películas y series con familias perfectas, personas con éxito en la vida apenas sin esfuerzo, chicas y chicos populares que consiguen lo que quieren, fotos que muestran siempre personas felices en apariencia,…
Y vas y te lo crees.
Sabes perfectamente que todo eso es ficción, pero no puedes evitar sentir que tu vida es menos, que no es suficiente o no eres suficiente, que no logras tener esa familia, ese trabajo o esos amigos ideales, que no puedes mostrar esas fotos en las redes,… Por tanto, en cierta manera, te lo crees.
Nuestra vida está compuesta por diversas áreas que son importantes: familia, amigos, amor, trabajo, estudios, proyectos, ocio, espiritualidad, autoconocimiento, etc. Según lo que nos han vendido como felicidad, estas áreas deberían estar a tope de bien para poder considerarnos felices. Sin embargo, estas áreas de vida van a fluctuar. Unas veces estarán mejor y otras peor, lo cual es lo normal en la vida, porque “la vida es así”. Ni buena ni mala, ni justa ni injusta, la vida es vida, y tiene sus altos y sus bajos. Si no fuera así no estaríamos vivos. Seríamos personas de ficción con vidas perfectas y eso no existe.
La felicidad es un estado mental en el que sabemos valorar los pequeños bocados de vida cotidiana que vivimos día a día, independientemente de que me vaya mejor o peor en alguna de las áreas de vida, puesto que ahora sabemos que no van a ser perfectas. Valorar ese momento compartido con mi pareja, el despertar amoroso de mi hijo, la llamada de mi amiga, la sonrisa de un cliente, mi momento de tranquilidad haciendo un puzle, el cielo de por la mañana, el sabor de la comida, el olor de la tierra cuando llueve, el contacto con las sábanas cuando me acuesto, jugar con mi hijo, la paz de un momento de soledad, ilusionarme por una pequeña meta alcanzable, ahondar en mi interior para conocerme mejor, equivocarme y pedir perdón, ser autocompasiva por mis fallos y reconocer mis logros,…
Cuando aprendo a valorar esos momentos, sin esperar grandes cosas, el día a día rutinario cobra sentido. Cuando valoro estos momentos, los disfruto, aunque me pasen cosas que no me gusten en mi vida. Evidentemente, en la vida, me ocurrirán cosas negativas, y me sentiré mal, tocará sentirse mal, y entonces mi trabajo será cuidarme para tratar de estar lo mejor posible dentro de esta época hasta que vuelva a equilibrarme.
La felicidad proviene de tu interior, no del exterior
Por tanto, la felicidad no tiene nada con conseguir cosas, ni con tener lo que otros tienen. Si fuera así, la felicidad dependería del exterior, y no es así. Esas necesidades son ficticias, y solo llevan a sentirnos insatisfechos mientras lo estamos consiguiendo porque aún no lo tenemos y vacíos de nuevo en cuanto lo conseguimos. La verdadera felicidad proviene del interior, de ese cambio en nuestro sistema de valoración de lo que apreciamos, y cuanto más pequeño sea lo que aprendamos a valorar, mayor será la felicidad, ya que lo que tenemos será suficiente.
Esto no quiere decir que seamos conformistas y que no queramos mejorar ni conseguir logros. Puedo contribuir a mi felicidad preguntándome qué puedo hacer en cada área de vida para estar mejor, tener predisposición a hacerlo, aunque me cueste y ponerme en marcha para hacerlo, ignorando mi mente que trata de decirme “qué pereza”, “no lo hagas”, “no va a servir de nada”, etc. Al hacer lo posible para subir mi satisfacción con mis áreas de vida, aumenta la satisfacción conmigo misma, ya que estoy haciendo lo posible para ocuparme de mi vida, en vez de preocuparme. Y al emprender acciones para subir la satisfacción en mis áreas de vida, mi vida se equilibra, y ese estado de bienestar aumenta.
¿Y qué actitudes o acciones contribuyen a que no sea feliz?
Las principales tienen que ver con lo que pensamos y cómo manifestamos nuestro pensamiento. Actitudes como quejarnos a menudo, criticar a otros o a mi misma, el perfeccionismo, lamentarme por el pasado, montar historias catastróficas respecto a cosas que no han ocurrido más que en mi mente, emitir juicios constantemente, etc, son los principales enemigos de la paz mental. Y todo esto tiene algo en común: son mi pensamiento, no son la realidad.
El mindfulness es una herramienta que puede ayudarte mucho a la hora de aprender a gestionar tus pensamientos y tus emociones, de modo que aprendas a ser consciente y a distanciarte de ellos y a no identificarte con lo que piensas, ya que tú no eres tu mente. Esto hará que vayas modificando esas actitudes que te hacen daño de queja, de crítica, de juicio, de vivir en el pasado o en futuro,… El mindfulness también te ayuda a ser consciente de cada momento como único y a valorarlo como lo que es, sin juicios, ni trampas mentales.